lunes, 11 de octubre de 2010

wayfarer.

By: forever young
San Diego, USA. 2:07 pm
Me está mirando. ¡Sí, me está mirando! Bueno, o eso creo, lleva sus gafas de sol puestas.
Hoy es el último día del viaje de intercambio a San Diego. El avión saldrá en unos cuarenta minutos. Estamos todos tristes, callados. Unos van a comprar revistas para durante el viaje, otros hablan entre ellos con caras serias y otros, simplemente tienen la mirada fija en el ventanal que cubre toda la pared, observando cómo los aviones llegan y se van.
Yo me encuentro entre estos últimos. Bueno, eso no es del todo verdad. Tengo un ojo puesto en Luca, que está unas butacas más allá, hablando con su amigo Pierre, el único francés del grupo. Pero juraría que acaba de girar su cabeza para mirar en mi dirección.
- No quiero irme.- Comenta Liss, la chica de Dinamarca, con su extraño acento.- Es muy corto.
La miro y trato de esbozar una sonrisa.
- Yo tampoco.- Vuelvo a echar una mirada rápida a Luca.- esto, Liss, voy a comprar una cocacola, ¿vienes?
Niega con la cabeza.
Me levanto y me acerco a la máquina de bebidas.
Empiezo a buscar en mi monedero algún dólar que por purísima casualidad no me haya gastado, cuando siento unos golpecitos en la espalda. Me giro, y mi corazón se desboca. Luca.
- Hey, Helena.- Dice, con su acento italiano.- No me has dicho nada desde ayer, ¿No piensas despedirte?
Dentro de mi cabeza hay un caos en el que voy evaluando y rechazando diferentes formas de contestar.
- Claro que me voy a despedir... Luego.- Cómo no, elijo la más estúpida de todas.
Sonríe y se sube sus gafas de sol.
- Mi vuelo sale en diez minutos, ¿recuerdas?- Cómo no lo iba a recordar.
- Es verdad.- Sonrío mirando hacia arriba.
Miro hacia Liss, el suyo sale en cinco, debería despedirme, y tambien de Jazmine, la de India, y...
Mis pensamientos se interrumpen. Luca me coge por la barbilla, obligándome a mirarle. Nuestras caras están muy juntas. Noto mis mejillas ardiendo, cómo no. Y de repente, sin previo aviso, me da un beso. Corto, rápido. Pero suficiente.
Me quedo callada, mirándole a los ojos.
- Así te acordarás de mí un tiempo.- Sonríe y se pone las gafas de sol de nuevo.- Y cuando nos volvamos a ver, igual aún recordarás mi nombre.
Yo estoy paralizada aún. Él coge su bolsa de mano y arrastra su maleta acercándose a sus compañeros del vuelo a Roma.
Cuando nos volvamos a ver. Así parece mucho más fácil. Pero no lo es. Es imposible, teniendo en cuenta que cada uno vive en un continente. Mientras me pierdo en mis pensamientos, suena una llamada al vuelo de Buenos Aires, el mío, y me acuerdo de que iba a comprar una botella de CocaCola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario