Roma, Italia. 5:01 pm
¿Por qué no he traido paraguas? O mejor. ¿Por qué coño está lloviendo cuando estamos en pleno Junio?
Elianna corre unos metros por detrás de mi, cubriéndose la cabeza con su mochila.
- ¡Espera, por favor!.- Grita, pero a penas se la oye a través de la lluvia.- ¡ No puedo correr tan rápido Marco!
Ralentizo un poco el paso, y Elianna se pone a mi altura. Pasamos Piazza Lombardi, ya casi hemos llegado.
Las calles de Roma están vacías, salvo por los coches que pasan por la carretera, salpicándonos.
Aún no me podía creer que justo el día que llovía, hubiera perdido el autobús. Me cuesta correr, se me está acabando el aire.
-¡Marco, deberíamos llamar a alguien para que venga a recogernos!- Exclama mi hermana, con voz entrecortada por el esfuerzo.
Paramos debajo de un toldo de una tienda de chuches.
Miro a mi hermana a los ojos.
-¿Quién vendría a recogernos?.- Esbozo una sonrisa triste.- ¿La señora Badanelli?
Elianna mira al suelo, puedo ver cómo una lágrima cae por su cara. Ella echa de menos su otra vida. La vida de cuando teníamos una casa grande, con dos padres maravillosos, la vida de cuando vivíamos en Milán.
Sin embargo, ahora nos teníamos que conformar con una casera insoportable, una habitación compartida en un centro de acogida con veinte adolescentes más, y una vida de huérfanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario