Miro de nuevo el reloj. El autobús no viene, tengo frío, y un examen de cuatro temas que estudiar para mañana. Perfecto. Miro a la gente que espera conmigo en la parada. Un chico más o menos de mi edad escucha música. Puedo oírla. Odio esa canción. La letra carece de sentido. Saco mi iPod de mi mochila amarilla y lo pongo en modo aleatorio. Subo mucho el volumen. Holiday, Green Day. Siempre me ha parecido una buena banda sonora. Trato de no pensar en nada, incluso cierro los ojos. Aunque los vuelvo a abrir rápidamente, no vaya a ser que pase mi autobús y no me de cuenta. Eso no sería buena idea. La canción me aburre, paso a la siguiente. Trae recuerdos de algún verano no tan lejano. La paso, ya no me gusta. La verdad es que no entiendo la razón por la que uso el modo aleatorio, si luego voy pasando todas las canciones hasta que llega una que realmente quiero escuchar. Fluorescent adolescent. Arctic Monkey. Hum... No, quizas luego. Siguiente. Horterada de los cuarenta principales, de mi época medio choni. Qué horror, la paso rápidamente. I love rock n' roll. Joan Jett. Me gusta. La dejaré hasta la mitad. Qué coñazo, el autobús no llega. Noto el teléfono sonar en mi bolsillo de los vaqueros. Paso de responder. No tengo ganas. Hecho otra mirada al chico de la canción sin sentido, y subo el volumen de la música. Le he pillado mirándome, he visto como giraba la cabeza rápidamente. Quizás sea por mi mochila, todo el mundo dice que es muy cantosa. De todas formas, tampoco me preocupa.