martes, 7 de diciembre de 2010

el día después.

La veo, a lo lejos, andando entre la gente con cara confundida. Mira a su alrededor, probablemente tratando de averiguar dónde está. Lleva una sudadera gris con letras azules oscuras. Le va grande, probablemente no sea suya. Parece que es lo único que lleva puesto, pero asoma el borde de un vestido beige con bordados en el mismo color. En la mano izquierda, sujeta unos tacones de color claro, y con la otra se coloca un mechón de su pelo marrón claro detrás de la oreja, en un inútil intento de arreglarse un poco el pelo. Probablemente hace tan sólo unas pocas horas lo llevaba recogido en un moño precioso, de cualquier peluquería cara. Mira de nuevo a su alrededor. Empieza a cruzar un paso de cebra, pero se queda a la mitad y vuelve a la acera. Y derrepente, sin querer, sin haberlo planeado, su mirada se posa en donde estoy yo. Sus ojos se abren desmesuradamente, no esperaba encontrare ahí. Se da la vuelta y sale corriendo con sus pies descalzos. No intento perseguirla, siepre corrió muy rápido.